21/05/2019
Juego de tronos ha terminado, y como evento histórico de la ficción televisiva hoy me permito dejar mis propias experiencias a un lado para dedicarle un post en el blog. Con el capítulo final de esta serie había una expectación solo comparable al del final de Lost (Perdidos), hace ya ¡9 añazos! (¿recordáis cómo nos levantamos todos a las 6 de la mañana para ver el último episodio en Cuatro? Ay, parece que fuera ayer…) o al de Los Soprano en EEUU. Y, como en estos otros dos casos y como no puede ser de otra manera cuando se genera una expectación semejante durante tantos años, la polémica se ha desatado. Con los finales largamente anunciados nunca llueve al gusto de todos.
Pero… ¿ha sido este el problema? ¿El último episodio? Sin duda, no: la polémica ya lleva desatada desde el estreno de esta última temporada (o incluso desde la anterior). Voy a intentar dar mi punto de visto sobre el tema, intentando sintetizar al máximo pero parándome ante cada aspecto que considere oportuno.
Punto número uno: leí los cinco volúmenes publicados de Canción de hielo y fuego antes que se estrenara la serie (recordemos que el quinto libro, y último hasta la fecha, se estrenó al mismo tiempo que la primera temporada, y desde entonces George R.R. Martin ha estado hibernando sin noticias del sexto en el horizonte), así que yo era uno de los que iban de listos durante las primeras cinco temporadas, diciendo a mis amigos “Pues ya verás, ya…” cada vez que tenía ocasión. Aun así, nunca me he considerado un purista de los libros, y entiendo que una adaptación audiovisual debe encontrar su propio lenguaje y puede separarse de varios aspectos respecto al original. “El Señor de los Anillos” lo hizo y es una obra maestra. Así, las primeras temporadas de la serie ya tenían diferencias con los libros, y sé de algún colega que dejó la serie indignado por ello, pero no fue mi caso: el tono se respetaba, la esencia de la historia se respetaba. “Juego de Tronos” era una serie sobre gente manipuladora y mezquina, puñaladas traperas e intrigas palaciegas, sucia como debía ser realmente la Edad Media, donde las batallas incluso sucedían en off porque lo importante era otra cosa. HBO la vendió como “Los Soprano en la Tierra Media”, y eso es lo que era; era la esencia de la serie. Recordemos que, ante todo y este es su mayor mérito, “Juego de Tronos” fue la serie de fantasía que atrajo a los que odiaban la fantasía. La que calló la boca a los que decían que “El Señor de los Anillos” era de frikis. Y aquí lanzo la primera pregunta: si las primeras temporadas hubieran sido como las dos últimas, ¿habría atraído a ese tipo de público? Mi respuesta está clara: no.
Y es que (y así ya entro en materia con respecto al final) las últimas temporadas de la serie se han vuelto precisamente en lo que las primeras rehuían: complacientes, y dando al espectador todo lo que éste esperaba ver. Ha sido una historia de fantasía épica, cuando en sus primeras cinco temporadas fue una historia de fantasía antiépica. ¿Cuáles eran las frases que todos decíamos durante los primeros años de emisión? “No te encapriches con ningún personaje”, “si quieres que pase esto, seguro que pasa lo contrario”. La decapitación de Ned Stark, la Boda Roja, la muerte de Oberyn Martell, ¡incluso Jaime Lannister tirando a un niño de diez años por la ventana porque lo había pillado follándose a su hermana gemela! “Juego de Tronos” era una serie cruda, y en esa crudeza nos deleitábamos al tiempo que nos tirábamos del pelo. Y entonces mataron a Jon Nieve.
DE INDIGNARNOS A COMPLACERNOS
La sexta temporada se estrenó siendo la primera que iba a ir por libre, sin libros de referencia. Todos queríamos (y sabíamos que pasaría) que resucitaran a Jon Nieve, y pasó. Queríamos que Ramsay Bolton muriera de la forma más desagradable posible, y que Sansa se regodeara en su venganza. Y pasó, pero es que encima pasó tras la batalla más épica que había habido en la serie hasta entonces, la Batalla de los Bastardos. Espera: ¿he dicho épica?
Así es. Desde entonces, la serie se ha dedicado a regalar a sus fans los momentos que estos estaban deseando (Cersei vengándose a lo grande del Gorrión Supremo y los Tyrell, Daenerys arrasando las huestes de los Lannister en un campo de batalla, Jon enrollándose con la khaleesi, Sandor Clegane “resucitando” como uno de los personajes favoritos de la audiencia que era, Sansa haciendo pagar a Meñique por sus artimañas, reencuentros varios entre personajes,… y así un largo etcétera). Soluciones satisfactorias para un público masivo: ¿cómo no íbamos a disfrutar como enanos viendo todo esto, si es lo que siempre habíamos querido que pasara? Al mismo tiempo, el ritmo se aceleró (personajes que se recorrían un continente de ida y vuelta en un solo capítulo) para que no hubiera tiempo a ningún descanso, y las escenas de sexo y desnudos que no faltaban ni en un episodio de la primera temporada (y que tanto incomodaban a los más puritanos) desaparecieron del todo, con alguna pequeña excepción con cuentagotas, para que las aguas de la polémica se calmaran. “Juego de Tronos” se volvió la serie mainstream del momento (odio ese adjetivo) a base de golpes de épica. Empezaba a haber justicia en Poniente. Empezaba a contentar a todos. Pero claro, “Juego de Tronos” nunca había sido épica, nunca había tenido justicia y nunca nos había dado lo que habíamos deseado.
Por ello, las últimas temporadas de la serie han causado en mí una sensación muy extraña: la de placer y rechazo a partes iguales. ¿Cómo no obtener placer, si a cada rato te meten una escena pensada para hacerte tener un subidón? Pero, ay, yo soy de los que en una serie así siempre había preferido un buen diálogo entre Varys y Meñique antes que una lucha épica. Y es que si de otra cosa se encargó la serie con el tiempo es de barrer del tablero a los personajes “estrategas”: Meñique, Olenna o Tywin ya había desaparecido; Varys, Melisandre, Qyburn o Cersei apenas han tenido minutos en la última temporada. Y Tyrion… ay, Tyrion. El personaje favorito de todos ha tenido un papel más bien pasivo en las últimas temporadas, sirviendo como consejero y catalizador para otros, pero nunca con una trama activa. Si a eso le añadimos que perdió el gamberrismo que tanto le caracterizaba al principio para transformarse tan solo en la voz de la razón (que ni eso, porque sus decisiones han sido un error fatal tras otro), solo podemos lamentarnos del “blanqueo” que le hizo la serie a este personaje. Al final han sido los personajes de acción, la fuerza bruta, los que han prevalecido ante esos estrategas, igual que la acción ha prevalecido sobre los susurros en las sombras. En serio, entrad en el enlace que he puesto sobre Varys y Meñique: ¿Cuántas escenas así hemos tenido en las últimas dos temporadas?
Otro punto y aparte merece Cersei. Uno de los mejores personajes de la serie, interpretado por una de las mejores actrices de la serie (Lena Headey), y que encima se perfilaba como la gran villana de la temporada, apenas ha tenido presencia este año, apareciendo en 3 de los 6 episodios y con apenas escenas en alguno de ellos. Un desperdicio que no podía dejar de comentar aunque, por lo menos, su muerte junto a su hermano en el penúltimo episodio sí que estuvo a la altura (la indignación de muchos fans porque no tuviera una muerte violenta es prueba de ello).
Y es que el penúltimo episodio, ese 8×05 que tanto polarizó al fandom, es para un servidor lo mejor que ha dado la serie este año, porque por fin volvió la rabia, y la injusticia, la crudeza y el dolor de ver que un personaje al que amábamos se ha perdido para siempre de forma injusta (hablo de Daenerys, sí, aunque su pérdida fuera espiritual). Que lo que ocurre en Poniente es injusto. Este episodio y el anterior, un 8×04 que sirvió de antesala a base de momentos shakespearianos y traiciones varias (sugeridas y explícitas) entre familias, amigos y amantes, fueron los dos que hicieron que la última temporada no fuera un bluff completo.
UNA ÚLTIMA TEMPORADA DE HIELO Y FUEGO
A nivel conceptual la idea de la última temporada es muy buena: seis episodios, de los cuales tres son hielo (centrados en la lucha en el Norte contra los White walkers) y tres son fuego (centrados en el ataque de Daenerys sobre Desembarco del Rey). Sin embargo, la primera mitad hizo aguas por todo lo antes comentado: el primer episodio fue el “típico primer episodio” de cada temporada, que servía para situarnos sobre cómo estaban los protagonistas: un episodio con potencial para lo que vendría, pero potencial al fin y al cabo. El segundo sirvió para que los personajes cerraran heridas, se redimieran y tuvieran lugar muchos de esos encuentros que comentábamos para contentar al fandom: soy el primero que defiende los capítulos de transición, ya que son los que te hacen amar a los personajes porque pasas más tiempo con ellos en su intimidad, así que no lo criticaré por ello, si no más bien por la complacencia mencionada antes. Fue la calma antes de la tempestad que debía ser el tercer capítulo… ay, el tercer capítulo.
Siempre había dicho que los White walkers serían el bluff de la serie: si te pasas siete temporadas anticipando un gran enemigo, tienes que hacerlo muy bien para que cuando llega la gran batalla ese enemigo esté a la altura. Ejemplo en positivo: Thanos. Ejemplo en negativo: ese Rey de la Noche que, cuando llegó su hora, no hizo absolutamente nada. ¿Tendrá la gran batalla de Vengadores: Endgame la culpa de que la batalla de Invernalia me dejara tan frío? Tal vez un poco, pero no solo fue eso (y ni siquiera voy a hablar de la polémica con la dirección de fotografía). A parte de eliminar a unos cuantos secundarios que hacía tiempo que tenían un RIP gravado a fuego en la frente, los White walkers no llegaron a tener ningún impacto sobre los protagonistas, ninguna importancia en la trama ni ninguna sorpresa para el espectador: Dany seguía con sus dos dragones (¿de qué sirvió que el Night King transformara a un dragón al final de la séptima temporada, aparte de para el subidón emocional del fandom (“Uau, eso sí que va a ser brutal”)? ¿Qué daño hizo ese dragón en la batalla y qué daño hizo a los dos dragones restantes, que al siguiente episodio estaban perfectamente?); Bran no reveló ningún nuevo poder; el Perro siguió teniendo miedo del fuego aunque fuera una ocasión de oro para que lo superara con valentía; Cersei demostró haber sido muy lista al no jugarse el pellejo para esto;… y Arya siguió siendo la puta ama. Nada cambió tras esa supuesta gran batalla, más que algunas bajas para Daenerys que, como veríamos en los próximos capítulos (con overbooking de tropas Targaryen igualmente), tampoco fueron tantas. Y, desde la muerte del Rey de la Noche, nunca más se volvió a hablar de los muertos y fue como si nunca hubieran existido. Pasaron por la serie y, al capítulo siguiente, nadie (empezando por el espectador) se acordaba de ellos. Ni siquiera en el último capítulo, donde muchos esperábamos ver una semilla de que tal vez la amenaza White walker volvería dentro de mil años, han sido remotamente recordados.
Luego vinieron los dos capítulos de fuego, 8×04 y 8×05, y la cosa mejoró. Al fin y al cabo, nadie seguía la serie por los White walkers si no por sus protagonistas. Daenerys arrasó en Desembarco demostrando que se le había subido el poder y la sed de venganza a la cabeza, y así llegamos al último episodio, donde ha ocurrido… lo que tenía que ocurrir, lo que todos esperábamos. Jon ha matado a Daenerys (de la forma más manida y previsible posible, lamentablemente), y las sorpresas, más allá de quién se sienta en el Trono de Hierro, han brillado por su ausencia. Pero es que hablemos del nuevo rey: ¿nos creemos que, de pronto, estos señores feudales acceden a pasar de todo sistema dinástico y a que “a partir de ahora elegiremos nosotros quien va a gobernar”? ¿Puede ser que la elección de Bran haya sido una sorpresa más por incoherente con lo planteado hasta entonces que por ser una sorpresa en sí? Obviando, por supuesto, los chistes metarreferenciales al sistema democrático y a “Canción de hielo y fuego”, los libros de Martin. Y a ese mensaje final de “lo que importa es que esto ha sido una buena historia” (ejem).
Más allá de eso, quedan abiertos unos cuantos agujeros de guion que no parecen importarle demasiado a nadie: ¿por qué el Señor de la Luz resucitó a Jon Nieve? ¿Cuál era su cometido realmente (no era destruir al Rey de la Noche, no era ser el nuevo rey de Poniente…)? ¿Por qué en ningún de la temporada Arya ha cambiado de cara para camuflarse, cosa que le habría ido de fábula en todas las batallas que ha habido? Una vez muerta Daenerys, ¿debemos creernos que los dotharki y los Inmaculados no montan una buena escabechina (pero claro, con una elipsis de dos semanas todo se soluciona)? De hecho, algo tan sencillo como: ¿dónde está el caballo blanco con el que se iba cabalgando Arya en la última escena del episodio anterior, si cuando empieza éste ella se encuentra en el mismo sitio en el que estaba, y sin caballo?
¿Por qué ha parecido una temporada escrita, ya no con prisas, sino incluso a veces sin ganas?
Se había hablado de que la serie tendría un final agridulce. ¿Alguien puede decirme dónde está la parte agria de ese “agridulce”? La muerte de Daenerys es algo que todos deseábamos desde el capítulo anterior: dejarla viva y en el trono sí que habría sido agrio. Coronar a Bran ha sido una sorpresa pero todos sabemos que será un rey justo con el pueblo; ver a Sansa conseguir la independencia para el Norte (¿será la joven Stark un nuevo símbolo para los catalanes?) es estupendo para ella, y ver que Arya se va a vivir nuevas aventuras cual Cristóbal Colón es todo lo que deseábamos para nuestra guerrera favorita. Tyrion es Mano del Rey, como siempre ha debido ser, Bronn ha tenido su castillo, y el nuevo consejo real está formado por los tipos más simpáticos de la serie (Sam, Davos y Brienne). El futuro no puede presentarse más ideal en Poniente. ¿Que Jon acaba quedando como el loser de la serie? Bueno, You know nothing, Jon Snow. Tampoco quería el poder, y sin duda estará mejor entre los salvajes del Pueblo Libre que en un palacio. Por cierto: ¿no habéis echado de menos ver adónde se lleva Drogon a la Madre de Dragones? Un detallito amable para recordar que no siempre fue una psicópata tirana (y que, de hecho, durante mucho tiempo estuvo llamada a ser la gran heroína de la serie) no habría estado mal.
En definitiva, un happy ending de cajón lleno de buenismo para una serie que precisamente hizo suya la frase “Si crees que esto va a tener un final feliz, es que no has estado prestando atención”. Si esto iba a ser “Los Soprano en la Tierra Media”, no estaría de más recordar el nihilismo que impregnaba cada escena de la obra de David Chase en sus últimos capítulos hasta la mismísima escena final con ese implacable corte a negro… o que incluso Frodo y Gandalf partieron en los Puertos Grises para morir.
Sí, el final de “Juego de Tronos” nos deja contentos, pero no queríamos estar contentos. Por suerte, aún nos queda George R.R. Martin para indignarnos como es debido.
Coincideixo al 100% en la primera part de l’anàlisi. En canvi, aquesta decepció que va començar durant la temporada 5 i es va confirmar en les 6 i 7, m’ha fet gaudir més d’aquesta última, perquè ja havia rebaixat les meves espectatives. El gir de Daenerys Targaryen -lògic i sorprenent, com manen els cànons del bon guió- és atrevit i digne d’aplaudir i per mi gairebé justifica tota la temporada. És una llàstima que la sèrie hagi anat de més a menys. Per mi ‘Los Soprano’ va fer tot el contrari: créixer en qualitat a mida que avançaven les temporades.