21/11/2021
Qué bien me lo he pasado este año en el Festival de Terror de Molins de Rei. Por si dirigir el spot de su 40a edición no hubiera sido suficiente, es el año en el que he podido disfrutar de más películas y, como ya va siendo tradición desde hace 4 años, he estado al cargo de las performances de la maratón de las 12 Horas, el evento estrella del festival. Tras no poder hacerlo en la anterior edición por culpa de la pandemia (recordemos que en 2020 el festival se celebró online), este año lo hemos vivido todos con una emoción extra, más incluso si consideramos que es una de las veces que el resultado ha sido más exitoso (si nos basamos en la reacción eufórica del público) y que es, de largo, el año en el que he implicado a más gente para realizarlas.
Este año queríamos engañar/sorprender al público dos veces. Teníamos que realizar tres números y el engaño iba a producirse la primera y la tercera, siendo la segunda un “señuelo” para que la tercera tuviera más éxito.
El primer número consistió en una película falsa. Cada año, una de las películas de las 12 Horas es una película sorpresa. Lo que hicimos fue anunciar que, este año, la película sorpresa iba a proyectarse después de cenar. Como estaréis imaginando, ésta no era la película sorpresa real si no una falsa primera escena de un largometraje de serie B que rodé junto a un pequeño equipo un par de meses antes: un slasher que vendimos como coproducción española-brasileña y que estaba protagonizado por tres de mis ex-alumnas de interpretación de la Catalonia Film School: Alicia López, Anna Porta y Regina Espada. Albert Franch, a quien había dirigido hacía años en mi época de estudiante como el superhéroe de Un héroe cualquiera, era el monstruo/psycho killer de turno que iba a acabar con las chicas… y a pegar un susto de muerte en la sala. “O Morto“, le llamamos.
Ese inicio de película servía básicamente para explicar el mito de “O Morto” y presentarle asesinando sin piedad. En cierto punto, las protagonistas supervivientes se giraban y miraban a cámara: “¡Está en todas partes! Está… ¡Está aquí!”
Y en ese momento, Albert entró pegando gritos en la sala caracterizado como en la película. Tanto la película como el resultado los tenéis en el vídeo de abajo… junto con lo que vino a continuación.
Antes de seguir, vale la pena dedicar unas líneas al rodaje de este inicio de peli falsa: uno de los rodajes más locos en los que he participado. Éramos un equipo reducidísimo: Adrià Olea como director de fotografía (y posterior colorista), Daniel Molas como sonidista (y posterior creador del diseño y postproducción de sonido, así como de la música original), Irene Torregrossa como maquilladora y Xavier Díaz y Ana Andújar, dos de mis alumnos en la escuela, como refuerzos en producción, fotografía y dirección. Rodamos a inicios de septiembre pero por la noche ya hacía un frío que pelaba, y el número de contratiempos que tuvimos que sufrir fue mayor de los que jamás me había encontrado, hasta el punto de tener que recortar la historia: originalmente, O Morto tenía que perseguir y convertirse en un infierno más dilatado para los personajes de Anna y Alicia, pero la falta de tiempo obligó a acortar ese final. Aun así, todos quedamos contentos con el resultado: queríamos una película de serie B (por no decir serie Z) que transmitiera ese espíritu lúdico, salvaje y barato tan habitual en el género, y creo que lo conseguimos.
Lo que sí puedo decir seguro es que a la mayoría de gente que había en la sala les convenció, porque la entrada de Albert vino acompañada de gritos y aplausos sin igual (de hecho, ya había habido aplausos durante la falsa película en los momentos más sanguinarios, como acostumbra a ocurrir en estos eventos).
La segunda aparición de O Morto en la Peni fue más convencional: Albert se dedicaba a ir “molestando” al público mientras la gente le hacía fotos y bromeaba con él. Si alguien estuvo atento a todo su recorrido, tal vez se fijó que a alguien de la primera fila no le hacían ninguna gracia las provocaciones de Albert…
Y es que en primera fila teníamos a Oscar Giménez como actor infiltrado. No tenía que hacerse notar hasta pasada la cuarta película de la maratón, a las dos y media de la madrugada, coincidiendo con la tercera vez que Albert entrara en la sala como O Morto. La intención era clara: interpretar a la típica persona del público que tiene aversión a salir de voluntario; alguien malhumorado al que no le hiciera puñetera gracia que le tocaran un pelo. Cuando esto ocurriera, tenía que insultar a Albert y pegarle un empujón. Albert debía salirse del papel de O Morto para molestarse: “tío, relaja, que solo soy actor”. Pero Oscar no relajaría y ambos terminarían llegando a las manos y revolcándose sobre el escenario… hasta que la pelea se tornase en pasión y el técnico de sala les pusiera el Love is in the air mientras se daban un apasionado beso.
Solo había un riesgo: ¿y si alguien del público real intentaba intervenir? La respuesta también era inflexible: no paréis. “Exageradlo aún más hasta que entiendan que Oscar forma parte del número.”
Sin embargo, lo que no contemplábamos era que hasta dos personas decidieran intervenir. Viendo que la pelea entre Oscar y Albert subía de intensidad y aun así se sumaba gente a intentar calmarles y separarles, me acerqué rápidamente para susurrarles que todo estaba preparado. En el momento en el que ambos espectadores se sentaron, el resto de la sala salió de dudas y se entregaron por completo a animar a los contendientes como si fuera un combate de lucha libre. Cuando se hizo patente que entre los dos había nacido la llama de la pasión, el clamor fue aún mayor. La verdad es que en el vídeo que os dejo aquí abajo se ve perfectamente, así que sobran las palabras.
Es un subidón ver cómo un número en directo es un éxito entre un público totalmente entregado al fervor. Te hace quedarte con ganas de más… y de desear que pase rápidamente un año para subir aún más la apuesta para las performances del Terrormolins 2022.