Los cortos olvidados (I): UN HÉROE CUALQUIERA

19/01/2019

 

Año nuevo, vida nueva. O, al menos, nuevo tipo de post. ¿Qué es eso de “los cortos olvidados”? Si os habéis fijado en mi Bio, pone que he escrito “más de una decena de cortometrajes, de los cuales he dirigido la mayoría”, pero si es así: ¿por qué solo aparecen cuatro cortos en mi página de director? ¿Y por qué solo seis en la de guionista? ¿Por qué hay imágenes en mi Reel que luego no se encuentran en ningún corto o vídeo de los que tengo en la página?

La respuesta es simple: cuando creé esta web, decidí dejar fuera todo lo que fuese anterior a mi proyecto final de escuela. Los cortos que me habían hecho aprender y crecer más no se veían lo suficientemente profesionales y no eran lo suficientemente redondos para ponerlos en una página que, quieras o no, es ante todo una carta de presentación para obtener trabajo. Todos tienen carencias (¿qué proyecto no las tiene?)… pero todas tienen algo de lo que también estoy orgulloso. Así que estos posts sobre los “Cortos Olvidados” serán mi forma de rendirles homenaje. Seguirán cerrados al público pero, si alguien tiene curiosidad por verlos, estaré encantado de enviarle el link privado con la debida contraseña para que lo vea.

Y hecha la presentación, empezamos por el primero de ellos y del que más ganas tengo de hablar: “Un héroe cualquiera”. Lo rodé en verano de 2014, entre el 2º y el 3r curso de la ECIB, y aún hoy creo que es el corto que más me ha curtido hasta ahora. 8 jornadas de rodaje, varias localizaciones, extras en varias escenas y efectos especiales: aún hoy no he vuelto a intentar levantar un corto con tanta parafernalia (tal vez  porque precisamente cada vez valoro más el “menos es más”).

La historia, una comedia muy punky rozando la serie B, tenía su guasa: recientemente ha aparecido en Barcelona un superhéroe llamado Barnaman (Albert Franch). Sin embargo, también ha aparecido un supervillano: se hace llamar el Artista (Xavier Nicaise) y clama que la obra de Antoni Gaudí es un plagio a otras obras de arte que hicieron sus antepasados, así que decide empezar a poner bombas en todas las obras del arquitecto catalán de la ciudad condal. En pleno asalto al Park Güell toma a 5 rehenes, entre los cuales está Angi (Sara Parisi), la novia de nuestro protagonista, un obrero de la construcción al que apodan Piolín (Pol Fernández). Al enterarse de dicho secuestro, Piolín corre a salvar a su amada sin contar que Barnaman posiblemente lo haga antes y mejor.

Como decía, no hay duda de que visto hoy en día haría varias cosas de diferente manera (hablaré de ello más adelante), pero el recuerdo que tengo de ese rodaje (uno de los más divertidos que he vivido) y de toda la experiencia que lo envolvió todo es precioso. El corto pudo hacerse gracias al material que nos cedió la escuela y a una campaña de Verkami (el único crowdfunding que he hecho hasta el momento), y en primavera de 2015 lo estrenamos en los cines Girona como recompensa para nuestros mecenas en una de las veladas más dulces que recuerdo: era la primera vez que veía algo mío en una pantalla de cine de verdad, y esto es algo que nunca se olvida. La única complicación que recuerdo de todo el rodaje es que en la madrugada de una de las jornadas llovió y tronó de forma salvaje, pero a las 9 ya brillaba el sol y más allá de un poco de retraso la jornada acabó yendo como debía.

En los Girona presentando el corto junto al equipo

 

A modo didáctico, voy a intentar destacar (tanto aquí como en los próximos “cortos olvidados” que vengan) lo que más me gusta y lo que menos (y que, por tanto, supuso un aprendizaje de cara a lo que vino después) de “Un héroe cualquiera”.

LO MEJOR:

-El personaje del Artista merece un spin-off, algo que aún repetimos hoy con su intérprete Xavier Nicaise. Algún día tengo que ponerme a pensar una trama en serio.

-El corto se inicia con la voz en off de Piolín introduciéndonos la llegada de Barnaman y su impacto en la sociedad actual, mientras un montaje paralelo nos muestra al superhéroe volando por el cielo, recuperando los bolsos de adorables ancianitas (mi abuela y su hermana en el mejor cameo de mi carrera ever) o decorando con su imagen las carpetas y paredes de las teenagers del momento, que sustituyen a Justin Bieber por él. El montaje tiene ritmo y cierta gracia, pero además era la primera vez que grababa una voz en off en estudio, lo que implicó controlar mucho el ritmo del rodaje y pensar mucho en el montaje que quería para que la voz cuadrara en cada momento, sin que fuera demasiado larga ni demasiado corta. Sin duda, un aprendizaje para haber podido afrontar años después No apto para menores, un corto en el que TODO se mueve por una voz en off al ritmo del montaje.

-También fue mi primera vez rodando con cromas (el plano de Barnaman volando o el de Piolín en las puertas del cielo tras su muerte) y con efectos especiales en set: un disparo y, sobretodo, ese momento en el clímax en el que Barnaman le arrancaba un brazo al Artista y a éste le empezaba a salir un chorro de sangre del muñón. Eso fue posible gracias a Carles Reixach y CRV Creations, y tenía el añadido de que debía ser una toma única. Sin duda, el gran reto de la historia y el gran momento del rodaje.

Antes                                                 Después

La ambición de todo el conjunto y, en consecuencia, que todo se resolviera bien. No os engañaré si os digo que, si hasta entonces cada rodaje se abordaba con un cierto respeto, tras él he afrontado todos los proyectos siguientes con mucha más calma y seguridad. No hay nada imposible.

 

LO PEOR:

-La ambición por experimentar también se cobra sus pequeños sacrificios: curiosamente, si a nivel de realización todo fue como la seda, reconozco que lo que más me falla al revisar este corto tiene que ver con el guion. Hay varios gags que me funcionan (hay otros que no tanto) y creo que los cuatro protagonistas tienen gracia, pero mi intención de jugar con la estructura narrativa tal vez es lo que le pasa mayor factura al corto: cuando lo escribí me encontraba en un momento (2º de dirección por las mañanas y Máster de guion por las tardes) en las que quería innovar y arriesgar mucho, y quise aparcar la estructura clásica de tres actos para probar una historia de dos. Al final lo que queda es una introducción demasiado larga y un nudo o desarrollo demasiado corto o, incluso, abrupto.

-Ligado con lo anterior, pensé que tendría gracia que, una vez nuestro protagonista (recordemos, Piolín) llega a su destino, recibiera un disparo y observara impotente y agonizante cómo Barnaman se lleva el crédito de todo: en conjunto, una gran ironía. Como concepto lo encuentro interesante (pese a sus ganas de ser un héroe, el personaje principal acaba siendo irrelevante para la trama), pero la realidad es que al final nos queda un protagonista que apenas hace nada: aparece tarde (pues todo el montaje paralelo de la introducción, aunque sea su voz en off, es para narrar la historia de Barnaman) y queda anulado pronto. No me malinterpretéis: creo que el personaje está bien dibujado y caracterizado, Pol Fernández se lució interpretándolo (como siempre) y el concepto de “por muchas ganas que tengas de cambiar el mundo, si eres un pringado eres un pringado” está muy bien. Es más una cuestión de acciones y de tiempo en pantalla: ahora le daría más de ambos y lo mimaría más tanto en guion como en dirección.

Tengo que remarcar que estos dos fallos también los encuentro, aunque en menor medida, en Muerte de un McGuffin (sobre todo en el último acto), mi proyecto final de ECIB y que escribí cuando todavía no había rodado “Un héroe cualquiera”: es interesante ver esa similitud en dos cortos aparentemente muy diferentes pero que escribí y dirigí en un lapso de tiempo muy cercano, y que demuestran mi afán por probar cosas nuevas y experimentar en esa época. No es que ahora no me guste experimentar (me encanta y lo hago en cada nuevo proyecto), pero reconozco que desde entonces en la fase de guion me miro mucho más la estructura y me fijo mucho más en tener un protagonista activo con una decisión que tomar en el clímax de la historia.

Y gracias a ello, por supuesto, soy mejor. ¡Así que gracias, “Un héroe cualquiera”!

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