24/11/2018
Este año he tenido el honorable placer de encargarme de dirigir las performances que se representan en la maratón de 12 horas de cine del Festival de Cine de Terror de Molins de Rei. Remarco el “honorable” porque al tratarse de un festival de ese calibre se trataba de una gran responsabilidad; y el “placer” porque ha sido una de las mejores experiencias que he tenido este año, tanto a nivel profesional como personal. Todo sucedió hace una semana, el sábado 17 de noviembre de 2018.
La cuestión es que tenía que preparar tres números junto a un equipo de actores para representar en tres momentos distintos de la maratón, para amenizar el tiempo entre película y película. Desde un principio se decidió que se trataría de un ¿falso? rodaje, y tuve claro a qué tres actores quería para hacerlo: Carles Cruces, Núria Montes y Xavier Nicaise. Los tres tienen el culo pelado de improvisar, jugar y provocar al público, y son un ejemplo del equilibrio entre gamberrismo y “seny” que necesitaba. Y es que, si algo nos habían dejado claro en la organización, es que al público de Molins hay que darle caña. Dicho y hecho nos pusimos a pensar diferentes opciones, alguna de ellas muy rocambolesca y que no voy a describir aquí por si algún día (quién sabe) recuperamos la idea.
Al final la cosa quedó en emular tres películas de género muy reconocibles, y jugar con el público a través de ellas para que el rodaje quedase más “creíble”. La primera elegida fue “La matanza de Texas”, y la razón es sencilla: es una película muy ligada a la historia del festival. Resulta que la primera performance que se hizo en el festival fue precisamente sobre “La matanza de Texas” cuando se estrenó la película de Tobe Hopper en 1974. Justo al terminar la última escena, irrumpió en la sala un actor con un pasamontañas y una motosierra encendida… y el público de la época, como os podéis imaginar, enloqueció de miedo. Se podría decir que este suceso fue el que dio origen a las performances del festival que han llegado hasta nuestros días, así que si el falso rodaje iba a ser un homenaje a estas, tenía sentido empezar por ahí.
Sin embargo, nosotros queríamos ir un poquito más allá, y un tío con una motosierra no nos daba para llenar los 7 minutos que debía durar el número. Así, lo ampliamos un poquito: Litus iba a ser el Leatherface de turno que entraría con la motosierra, sí, pero Núria iba a interpretar al personaje de Marylin Burns e irrumpiría en la sala ensangrentada, gritando e intentando huir de él metiéndose entre las filas de espectadores y saltando por encima de ellos. Y no solo eso sino que, como se trataba de un rodaje, Xavi iba a interpretar al director y a dirigir al público como extras: en cierto momento cortábamos y dirigíamos a un sector del público, que iba a tener que levantarse y engancharse a la pared por miedo a Litus, reaccionando exactamente como les indicara Xavi. Menuda sorpresa la nuestra cuando no solo ese sector se volcó en hacerlo, sino que TODA la sala se puso a vitorear y a darlo todo. Qué público tan maravilloso: suena a frase tópica pero es cierto, y parafraseando a John ‘Hannibal’ Smith: “me encanta que los planes salgan bien”. Esa entrega total por parte de la audiencia nos dio una tranquilidad extra para afrontar los dos siguientes números. Repito: qué público tan maravilloso.
Así pues, una vez terminado el primer número volvimos al camerino y fue el momento para que las dos maquilladoras que nos enviaba la escuela Thuya se lucieran: los tres debían convertirse en zombies. Este segundo número era más sencillo: los tres irrumpirían en la sala desde tres puntos distintos y en tres momentos distintos para empezar a “morder”, incomodar y manosear al público, pasando de nuevo por encima del patio de butacas. La entrada, en mi opinión, no podía ser otra: las luces apagadas completamente y la voz de Vincent Price en el monólogo de Thriller sobre los mappings proyectando imágenes de zombies en las dos grandes Ms que presidían el escenario. Al terminar esa intro empezaba una canción de rock duro y Xavi irrumpía en el anfiteatro del primer piso: por lo visto, normalmente las performances siempre tienen lugar en platea, así que nos pareció buena idea que por una vez el anfiteatro no lo viera todo desde la seguridad de la distancia y también tuviera su ración de incomodidad. Una vez todo el público estaba pendiente del piso de arriba, Núria entraba desde detrás de la pantalla y, desde el escenario, empezaba a tirar hilos de lana roja mojada a las primeras filas, y de ahí saltaba a morder la parte delantera de la platea. Finalmente, Litus entraba desde el fondo de ésta para atacar. La gracia del final del número consistía en que los tres zombies se fueran acercando a un mismo punto, que no era otro que el espectador que hubiera en medio de la fila de en medio de la platea. Y así lo hicieron, reptando por el patio de butacas y por encima de la gente, para comerse a un espectador que seguro que siempre se va a acordar de nosotros y de nuestras madres.
Terminado el segundo número, volvíamos a camerino y preparábamos la última performance: “El Exorcista”. Núria como la niña poseída, Litus como sacerdote (en un guiño autorreferencial que me hizo mucha ilusión, pues volvió a enfundarse su vestuario de “Trabucos y pistolas”), y dos túnicas marrones preparadas para vestir de monaguillos a dos voluntarios del público (que se ofrecieron con una rapidez vertiginosa y se volcaron totalmente en ello). Xavi de nuevo en su papel de director y una sorpresa como golpe de efecto final. El tema es que… Bueno, no llegó a comunicarse de forma oficial, así que tal vez debería dejarlo aquí. Dejémoslo en que todo salió estupendamente bien y según lo planeado, y la sorpresa tuvo su efecto. El público volvió a demostrar que no solo eran gamberros, sino que también eran un encanto.
Nos fuimos de Molins con un sabor de boca inmejorable y con unas ganas tremendas de repetir experiencia. ¡Viva el cine, viva el terror, y viva Molins de Rei!