29/09/2018
Más de dos meses sin escribir en el blog. Sí, este ha sido un verano muy off de las redes, pero había una razón de peso: ¡he rodado un nuevo cortometraje como director! El primero con grandes medios y equipo desde Trabucos y Pistolas, hace ya más de dos años. Y, como considero que a cada nuevo proyecto hay que subir la apuesta, aquí el reto ha sido mayúsculo y la experiencia final ha sido tan exhaustiva como gratificante. Lo que no te mata te hace más fuerte, y sin duda me considero reforzado tras superar un proyecto cuyos tres pilares eran como el Triángulo de las Bermudas:
1) Todo el corto está protagonizado por niños de 5 años.
2) Casi toda la historia ocurre en la Rambla del Raval y alrededores, en exterior día.
3) La historia está basada en un cómic de Norma Editorial, convirtiéndose así en mi primer “guion adaptado” y añadiéndome un plus de responsabilidad y presión para hacer justicia a su original.
Ingredientes tan jugosos como peligrosos, por la responsabilidad y el riesgo que comportaban. He decidido dejar para otro post el “diario del rodaje” con las partes más anecdóticas (que os aseguro que hay muchas), y en éste centrarme en mis motivaciones e intenciones al tirar adelante este proyecto, así que… No, no es aquí donde leeréis cómo teníamos que lidiar con los turistas que se hacían fotos en el gato de Botero al mismo tiempo que una yonki intentaba tirarnos al suelo el espejo con el que iluminábamos, mientras el niño, cansado, decidía que se iba a dar una vuelta con su patinete mientras nuestra coach le perseguía por la Rambla.
Hacía tiempo que quería volver a rodar. De hecho, desde el rodaje de Ratllats que estaba con ganas de rodar algo mío, donde tuviera todo el control creativo, y de hecho llegué a empezar a preparar la adaptación de mi obra Amor en vena para cortometraje… Pero un cómic llegó a mis manos. Ale Serrias, mi amiga y directora de producción tanto en Trabucos y Pistolas como en el caso que nos ocupa, me regaló el cómic BCN Noire de Norma Editorial por mi cumpleaños, sabiendo de mi pasión por el género negro y por las historias que transcurren en mi ciudad natal. Parecía un regalo hecho a mi medida, y aún hoy le agradezco a Ale el gesto. No negaré que mientras leía las 23 historias que conforman el libro intentaba encontrar una llama de inspiración, pero al llegar a No recomendado para menores, la historia de Giovanni di Gregorio y Jordi Pastor, vi que ni inspiración ni leches: quería rodar ESA historia.
Es verdad que desde que empecé a hacer proyectos de teatro (dentro de un par de meses hará ya dos años) tomé la decisión consciente o inconsciente de reservar para cine cosas que se basaran más en el aspecto audiovisual, mientras que el teatro me sirve para proyectos que se basan más en mi pasión por los diálogos. No me malinterpretéis: por supuesto que en cine voy a seguir mimando el diálogo y el estudio del personaje (es lo que más disfruto, tanto como autor como espectador), y si me enamoré del No recomendado para menores original es porque ya ponía mucho mimo en ambos, pero me refiero a que para los proyectos de cortometraje busco algo más… Y algo más es lo que hay en este proyecto: toda la historia se basa en el uso de la voz en off, en el contraste entre lo que vemos y lo que oímos, en la diferenciación entre lo que pasa de verdad y lo que imagina el protagonista… En fin, recursos cinematográficos. Ni más ni menos. No apto para menores es exactamente el corto que hacía tiempo que quería hacer, y por ello agradezco a Jordi y a Giovanni su predisposición y su apoyo en todo momento.
En su transición del papel a la pantalla, la historia necesitaba unos pocos cambios: para empezar, el protagonista no podía ser un bebé en pañales y que viaja en cochecito por razones obvias, así que subí la edad a 5 años, con todo lo que esto implicaba. Por suerte, al ser un corto mudo (o, bueno, sin diálogos diegéticos), los actings de los protagonistas no eran especialmente complicados: acciones y expresiones concretas; nada imposible. Lo que no significa, por supuesto, que no hubiera complicaciones: rodando en el entorno en el que rodábamos, todo tenía que estar bien cerrado, y aquí no me esconderé en destacar los dolores de cabeza que nos dieron para conseguir los trámites y seguros de menores. Aun así, podemos estar orgullosos de haberlo hecho todo según correspondía y haber llegado al rodaje con la tranquilidad de saber que todo estaba cubierto.
Y así, rodeándome de un equipo con el que iría sonriendo al fin del mundo, mezclando profesionales con los que llevo trabajando desde los tiempos de la escuela con otros que he conocido expresamente para este proyecto y con los que ya muero de ganas de repetir, nos embarcamos en esta maravillosa aventura… o en esta misión suicida, según como se mire. Pero el caso es que sobrevivimos, y ganamos, y fue espectacular. Y en el próximo post os contaré cómo.